Joan Fontcuberta nos lleva al nacimiento de la postfotografía, donde la imagen pasa por todo tipo de circunstancias como la manera en que se genera, se vuelve lenguaje, una enfermedad o la forma de dominio definitiva. Las imágenes se vuelven entidades gracias al continuo avance tecnológico, donde la variedad de dispositivos es sólo la fachada de un mundo digital perfectamente conectado, nos volvemos parte de una red y las imágenes se vuelven inherentes a nosotros. La adicción a la tecnología nos ha hecho sentir cierta nostalgia por la fotografía. Se ha visto suprimida por el mismo avance que en un principio hizo propicia su creación. Entonces se vuelve difícil mantener la misma relación que en otro tiempo se tenía. A diferencia de la ruptura tangible que tuvo con la pintura, la fotografía se pierde en una neblina que es la disrupción imperceptible, el abandono a distintas formas análogas que por muchos años se compartieron. La postfotografía nos lleva a la desmaterialización,