Capítulo 5 y 6

Evangelios fotográficos

El fotógrafo se encuentra ante una doble percepción de la realidad, obligándolo a poner su mente en blanco, olvidar todo lo que ha visto con sus ojos, lo que ha aprendido mediante su experiencia. Está acompañado de una cámara la cual le ayuda a proyectarse en todo lo que ha desaprendido y le muestra un mundo muy parecido al ya conocido sólo que éste parece más accesible, casi manipulable. Es el fotógrafo mirándose todo el tiempo, capturando pequeños reflejos de su esencia que le confirman que éste le da significado al lugar y tiempo donde ha crecido.

El individuo conoce un nuevo panorama donde puede expresarse a sí mismo en busca de un lugar, identificar su yo en el mundo tal cual es o poner resistencia y defender su percepción que la fotografía le ha brindado. Por mas que le parezca reconocible lo que puede obtener mediante sus sentidos, el uso sensible, paciente y curioso de la cámara le otorgará un nuevo misterio, cierto desconocimiento para poder desfamiliarizar su realidad. 

La cámara mejora nuestro sentido de la vista, obteniendo nuevas capacidades que ponen en jaque nuestra alucinación constante de lo real, sin embargo la máquina puede avanzar a mayor velocidad dependiendo de las necesidades que el ser humano requiera, no obstante hay cierta retinencia a usar el equipo de precisión más novedoso ya que se ha generado cierta relación que en un principio pudo develar el mundo que creíamos total. Es entonces cuando regresamos a un pasado puro y artesanal que de nuevo nos pone a un lado de la pintura, la cual ya hemos diferenciado en entradas anteriores que es el objeto como tal, la realización de un punto cero a un resultado, un proceso palpable que al final transmuta de la sensación primera, la que motivó a usar los materiales y colores;  mientras que la fotografía no se propone devolver la experiencia de un punto original, es sólo la prueba de que hubo un inicio y un final al mismo tiempo. 

Se discute si la fotografía es un arte o no, siendo que es primordialmente el descubrimiento de lo conocido, el registro de una observación imparcial, un testimonio de lo ocurrido o lo que se quiso ocurrir, una exploración personal. Susan Sontag afirma que toda declaración a favor de la fotografía como arte tendrá que enfatizar la subjetividad de la visión, dejando claro en qué momento se tiene la intención de manifestar la expresión, la imaginación y el llamamiento al gusto.

El mundo de la imagen 

Llegamos al punto donde la fotografía se vuelve una especie de progenitora a una realidad casi diabólica, falsa y en manos de intereses ajenos a la creatividad y expresión. De por si la humanidad a lo largo de la historia ha estado sometida a imágenes, símbolos o ilusiones generadas en la mente, de pronto nos encontramos con una explotación que es favorable para el control que no depende de un creador de imágenes. Según Feuerbach nuestra era prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, representación contra realidad, al apariencia al ser y es donde la fotografía ha distorsionado por completo el deseo de adquirir un momento, un sentimiento o un valor, convirtiéndolo en información fría más que como que una experiencia congelada que funciona como una máquina del tiempo.

Pero el deseo de retener, conservar más y más tales momentos sólo generaran consumismo, aprisionan pequeños fragmentos de una realidad que se considera recalcitrante e inaccesible, creen poder poseerla y olvidan el don que la fotografía proporcionaba. 

Con el objetivo de estimular la compra y distraer las heridas de clase social, raza y sexo, una sociedad industrial capitalista requiere de una cultura basada en las imágenes, la cual se apoya del entretenimiento, el espectáculo "ideal" para todos mientras que al mismo tiempo funciona como un medio de vigilancia e investigación para seguir controlando y moldeando a las masas.