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Di Castro: Deriva



Paginas de bitácora






El ejercicio de deriva se llevó acabo el día 31 de enero, empezando a las 9:00am en metro Tlatelolco.
Eligiendo este lugar sin ningún objetivo claro, más que identificar aspectos nuevos a pesar de haber visitado con anterioridad la zona.
Vladimir fue mi compañero. Lo conozco desde 1er semestre, es un buen sujeto. En la deriva pude conocerlo mejor debido a la convivencia y la forma en que ambos compartimos pensamientos, recuerdos y sensaciones que el lugar nos generaba, así como asociaciones de información con diversos lugares y personas.
Tlatelolco causa una especie de nostalgia que me llega a confundir pero es agradable porque es una mezcla de distintas situaciones que se cruzaron en este lugar.


1. Salimos del departamento de mi tía, nos gustaba fumar tabaco y despejarnos del ruido agobiante que generan las reuniones familiares. Contemplábamos las sombras en los edificios, el movimiento de los arboles, un viento un poco frío pero necesario después estar encerrado con tantas personas. No recuerdo si era el piso 7, teníamos una buena vista a parte de Tlatelolco. Conversamos un buen rato, me di cuenta que seguíamos creciendo, entrando cada quien a una etapa distinta. Tengo la sensación de que hicimos un trato, no recuerdo en qué consistía. 
Comenzando la deriva, percibí la inmensidad de los departamentos, el frío que generaban sus sombras y la sensación sin imagen del recuerdo de esa noche. Extrañé a mi primo al comenzar la práctica. 



                                                                                                                                                             

2. Su nombre era Alison, la conocí en Tecolutla, le gustaba Jimmy Hendrix y una tes medio pálida. Hablamos por horas en la playa, al final nos tuvimos que despedir, la encontré en facebook y la invité a salir.

"Vivo en Tlatelolco, nos podemos ver ahí". Nunca entendí por qué me emocionó tanto ver a esta chica, quizá conocerla en un ambiente muy alejado del que tuvo nuestro único encuentro.
Me dejó plantado, nunca lo habían hecho. Nueva experiencia desbloqueda.
Justo poco antes de irme, me encontré a una compañera de la vocacional, Melissa.
Su vibra alivianó mi situación, después de acompañarla a su destino en el conjunto habitacional.




3. Parte de mi rutina para llegar al Centro de Vinculación Artística de la UNAM (uva) en Tlatelolco. Improvisación libre y experimentación sonora. Tuvimos prácticas interesantes, como trabajar con un flujo telepático sonoro. Un grupo se quedaba en una habitación y otro en un piso arriba. Tuve una sensación arquitectónica, sentí el espacio. Una vez grabamos nuestras voces en un parque donde había una especie de cúpula-kiosko que tenía una reverberación fascinante. La imagen de una ventana de otro edificio quedó impresa en mi cabeza, traduciéndola como un vacío que fue acompañado por una ambiente donde habían cuerdas vocales excitándose, objetos indistintos e instrumentos intervenidos. Conocí el arte sonoro, escuché a Pauline Oliveros, aprendí a sentir el espacio. Me emocionaba caminar ahí, me sentía satisfecho con lo que aprendía y experimentaba, mis sentidos funcionando.




Después entramos a la colonia Guerrero, encontré muchos tags, tomando el registro casi entrando a Tepito. En otro tiempo quizá no me hubiera atrevido, no obstante quise aprovechar la deriva tomando en cuenta que había posibilidades de tener cualquier encuentro.
Todo salió bastante bien, Vlad conocía un sitio donde comprar marihuana, y encontramos cerca toda una serie de rarezas que alguna vez tuvieron utilidad, entregandose a la obsolescencia mas no al olvido.
Un señor me impidió tomarle fotos a un edifico que había sido intervenido por Retna, un artista que trabaja graffiti. Después encontramos unas fuentes secas, detrás de la uva. Un señor que daba mantenimiento se nos acercó amablemente, pensé que nos correría. Tuvimos una conversación muy amena, él creía que los tags de los grafiteros eran marcas para sus compañeros, los cuales identificarían que lugar asaltar. 

Considero que la deriva es una práctica que funciona para trabajar la percepción del espacio y cómo puede entrelazarse con diferentes aspectos como la memoria, la energía vital y una estimulación arquitectónica. Pasamos por los mismos lugares, de pronto queda solo una foto de tal sitio, volvemos y ha cambiado, ¿qué cambia? ¿Somos nosotros los que asignamos información?
La psicogeografía devela estas relaciones que vivimos día a día y sin embargo no le damos la atención debida. Podríamos generar un mapa que sirva para habitar el plano actual, la realidad perceptible, puntos de intersección que van más allá del tiempo y espacio. 

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